Saltar al contenido

La Virgen negra de Atocha

Comparte tu ilusión por Madrid

Seguro que cuando pensáis en alguna de las denominadas «vírgenes negras» la primera que os viene a la mente es la virgen de Montserrat, la Moreneta, y quizás después la de Guadalupe, en Cáceres. Pero en Madrid no falta de nada y también aquí se venera una de estas imágenes que se caracterizan por su tono de piel, más o menos oscuro y en ocasiones incluso negro. Este hecho puede deberse a la exposición de la imagen o de la talla al fuego y al humo, al material utilizado en su fabricación, o simplemente a su antigüedad. Son muchas y muy variadas las leyendas, cada cual más fantástica, sobre el origen de estas vírgenes y de su coloración. Hay quien las vincula a antiguos cultos primitivos y paganos relacionados con la fertilidad y la Madre Tierra y otros incluso con los OVNIS.
Pero por muy «exóticas» que nos puedan parecer estas imágenes a los profanos, lo cierto es que son mucho más habituales de lo que podríamos esperar. Existen más de 400 en el mundo y la mayor parte de ellas se localizan en países de la cuenca mediterranea. También aquí en la capital tenemos una virgen negra, la Virgen de Atocha y aunque no sea una de las más conocidas a nivel mundial, sí es sin embargo una de las más queridas y veneradas por los madrileños, de quienes es patrona, y por los miembros de la Familia Real.
Su imagen original se conserva en la Basílica de Nuestra señora de Atocha, en la Avenida de Barcelona, cerca de la estación de trenes. La virgen, sentada en un trono, sostiene en su mano derecha una manzana y en la izquierda al Niño Jesús, que levanta la mano derecha en actitud de bendecir al pueblo. Se trata de una talla de madera sin policromar de pequeñas proporciones, 64 cm de altura, colocada sobre el altar principal. Al igual que otras vírgenes, también la de Atocha suele estar ataviada con diferente indumentaria y joyería, regalo de fieles y monarcas, lo que hace que una vez vestida parezca de dimensiones mayores.
Cuándo fue esculpida la talla y el porqué de su color es algo que se pierde en la noche de los tiempos y que entra en el terreno de la leyenda. Se cuenta que la talla de la Vírgen de Atocha fue esculpida por el mismo Lucas el Evangelista, patrón de los pintores y autor según la tradición de varios cuadros de la virgen, y que los apóstoles Pedro y Santiago la trajeron desde Antioquía, Turquía.

Hay también opiniones muy diversas sobre el origen de su nombre: algunos creen que derivaría de su ciudad de origen Antioquía; otros piensan que procede de la palabra de origen árabe «atocha», que significa «esparto». Esta versión se apoya además en el hecho de que, según la leyenda, fue precisamente en un atochal o campo de esparto donde los cristianos encontraron la talla.
La leyenda, como os podéis imaginar, no tiene desperdicio. Cuentan que un caballero cristiano llamado Gracián Ramírez arriesgaba su vida cada día para ir a la ermita en la que los apóstoles habían depositado la talla. Sabemos por una carta del siglo VII del propio san Ildefonso, quien era muy devoto de la virgen, que aquella primera ermita se encontraba en la vega madrileña, cerca del Manzanares y en el lugar denominado Santiago el Verde. Pues bien, el camino que debía recorrer el caballero era muy peligroso ya que en cualquier momento podía toparse con los árabes y morir asesinado. Sin embargo, al caballero esto poco le importaba y su devoción era tan grande que prefería jugarse la vida a diario. Un día llegó a la ermita y descubrió que había sido saqueada y que la talla habían desaparecido. Furibundo, el caballero salió de la capilla, puño en alto, maldiciendo a los sarracenos y en aquel mismo instante de cólera se desató una gran tormenta. Un rayo cayó en el atochal vecino, provocando un gran incendio y allí, entre las llamas y el humo, Gracián descubrió atónito la talla de la virgen. Asombrado por el portento, el cristiano tomó la imagen y regresó a su aldea para difundir lo sucedido y animar a los cristianos a construir un santuario mayor para albergar la talla, sin duda milagrosa. Pero al día siguiente, y mientras los cristianos estaban a la faena, fueron atacados por un feroz y nutrido grupo de sarracenos. Todos menos Gracián murieron y la ermita, cuyo emplazamiento era ya el actual, quedó sin concluir. Gracián, único superviviente, consiguió llegar a la aldea para explicar lo sucedido y confesar a su mujer e hijas que ya no había escapatoria y que morirían pronto a manos de los infieles. Entonces la mujer, en un acto de orgullo sin duda muy español, le dijo que antes morir que perder la honra y ver perder la de sus hijas, y suplicó al marido que las asesinara. No fueron momentos fáciles para el caballero cristiano aunque parece ser que logró reunir el valor necesario para decapitarlas a todas.

Aquella misma noche, presa del remordimiento y de la culpa, Gracián llevó a escondidas los cuerpos al santuario y suplicó perdón a la virgen por la crueldad de sus actos. Al amanecer salió de la ermita, dejando allí a sus familiares muertos, para volver a la aldea a ayudar a los cristianos que ya se preparaban para la lucha. La batalla fue muy cruenta y los musulmanes les superaban claramente en número. Pero contrariamente a lo que cabía esperar los cristianos resultaron victoriosos. No había duda de que la virgen de Atocha había intercedido por ellos. Gracián volvió al santuario para agradecer la victoria y pedir de nuevo perdón por el asesinato de sus familiares. Y ¡oh milagro! allí oyó una voz femenina que le llamaba por su nombre y al volverse vió que se trataba de su esposa e hijas. Estaban vivas y tan solo un hilillo de sangre alrededor del cuello recordaba los hechos ocurridos. La virgen había obrado pues un doble milagro: devolver del más allá a la familia de Gracián e interceder en la batalla contra los infieles.
La Virgen de Atocha no fue la primera ni la última imagen o santo que ayudó a la cristiandad a deshacerse de los sarracenos. Su culto, muy conveniente, fue impulsado por no pocos monarcas. Felipe II, por ejemplo, no dudaba en su capacidad de hacer milagros y por ello, cuando en 1580 cayó enfermo, pidió que le trajeran la talla y que la colocaran al lado de su cama. Su salud mejoró y el rey vivió casi veinte años más. También su nieto Felipe IV le fue muy devoto y se cuenta que incluso tenía una copia de la llave del santuario para poder visitar a la virgen por las noches. El cambio de dinastía no disminuyó el fervor religioso y los Borbones también le rindieron culto. Quizás Isabel II fue la reina más devota y la que consiguió elevar el santuario de la Virgen a Atocha a Basílica en 1863. El día que se disponía a visitar la Basílica para agradecer el buen parto y nacimiento de su hija la infanta Isabel tuvo lugar el famoso percance con el cura Merino, del que os hablamos en la visita al Madrid de los asesinatos. La reina salvó la vida, más que por intercesión divina, por el rigido corsé que la envolvía, pero quiso dar gracias a la santa con muy valiosos regalos. Más recientemente, recordemos que el día de la boda de los actuales Reyes el cortejo paró frente a la Basílica para que la pareja real presentara sus respetos a la virgen. Dos años después, en el 2006, la pareja volvió para agradecerle a la virgen el feliz nacimiento de su primogénita, la infanta Leonor. Y es que la virgen de Atocha es patrona de los partos y de los recién nacidos.
Pese a tratarse de un templo moderno debido a los avatares de la historia, la Basílica de Nuestra señora de Atocha bien merece una visita. Allí os espera, sobre el altar mayor, la pequeña talla de la virgen, que ha resistido intacta durante siglos no solo los ataques de los musulmanes sino también los duros e inciertos momentos de nuestra Guerra Civil. Además, si os acercáis hasta esa zona descubriréis otros muchos atractivos. A escasos metros se encuentra el Panteón de Hombres Ilustres, un lugar que os aconsejamos visitar y al que ya hicimos referencia en el post sobre el asesinato de Canalejas, y la Real Fábrica de Tapices, fundada por el primero de los Borbones en el siglo XVIII y que sigue creando, al ritmo de otro tiempo, verdaderas obras de arte. Ambos lugares, al igual que la basílica, están abiertos al público.
Como véis, Madrid es una ciudad muy completa y que nunca deja de sorprender a locales y visitantes ofreciendo planes y visitas muy variados y para todos los gustos. ¿Os los vais a perder?


Comparte tu ilusión por Madrid

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

DIEGO ANTONANZAS DE TOLEDO

DIEGO ANTONANZAS DE TOLEDO